Vango
es un chico atormentado por su pasado, del que apenas conoce unos
detalles. Llegó a las islas Eolias después de un naufragio junto a
su aya y un pañuelo bordado. Allí creció y poco a poco fue
descubriendo su habilidad para llegar a cualquier rincón, por alto y
escarpado que sea el camino, y empezará a hacerse preguntas sobre su
historia que nadie quiere responde. Por eso tendrá que ir él mismo
en busca de respuestas.
Pero
todo esto lo sabemos mucho después de que empiece la novela. Lo
primero que vemos es a un chico de menos de veinte años que va a ser
ordenado sacerdote en Notre Dame de París. ¿Quién nos iba a decir
que un inicio así nos iba a enganchar de esta manera?
Y
es que Vango es una historia trepidante desde la primera línea. No
te deja respirar apenas entre acciones.
Igual
que Vango salta por los edificios, vuela y huye, nosotros devoramos
sus aventuras y disfrutamos de él y de todos sus compañeros. Porque
el
autor cuida tanto a sus personajes que hasta el menor secundario te
deja huella:
el cocinero del Graff Zeppelin; el monje más humilde… se hacen un
hueco en nuestro corazón lector.
Es
una novela que nos lleva a diferentes lugares y épocas de la
historia de Europa en el primer tercio del siglo XX. Se desarrolla en
múltiples escenarios y la sensación al leerla es que vamos juntando
las piezas de un puzzle que nos llevará, a Vango y a nosotros, a
conocer por fin su pasado y entender así su presente.
Aventuras,
amor, historia, tensión, comida, épica,
humor, drama…
un libro coral que no tiene edad. Podríamos echarle en cara que deja
muchos flecos abiertos, cuestiones sin resolver… pero la buena
noticia es que para cerrarlos está la segunda parte.
En
fin, hemos empezado en nuestra bibliocueva con mucha fuerza. Ahora
toca mantener el nivel.
Puntuación: 4 Dragones.